* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

sábado, 17 de enero de 2015

Chocolate con churros

Menudo inicio de año.

Fue llegar a mi querido pueblo de Alemania... del Este, y al segundo día mi cuerpo ya se había mosqueado. Y no vean que mosqueo se pilló: un pack completo de catarro de esos de camita, manta, y... ¡protejamos a las abejas! En fin, un cuadro de Kandinsky.

Fueron necesarios diez días para que tuviera lugar la adaptación climatológico-depresiva. Mi cuerpo empezó a aceptar el hecho de que, sí, vivimos en este lugar y, de alguna manera nos reconciliamos todos: cuerpo, alma y Dora que, como siempre, va a lo suyo.

La complicada adaptación de la que les hablo -algo ya crónico- fue posible no sólo gracias a la asociación en defensa de las abejas, sino también al abecedario vitaminado. Y es que he decidido desterrar al engatusador príncipe azul con café con leche matutino y ahora me ha dado por recolectar naranjas de Valencia. A tres por día.

Total, que con todas estas buenas nuevas el otro día por fin pude salir a correr. ¡Aaaaleluya!¡Aaaaleluya!¡Aleluya!¡Aleluya!¡Aleeeeeluya!

No vean que simio tenía, y es que quedan menos de dos meses para mi querida y ya legendaria tradición: 1/2 maratón de Frankfurt.

Como regalo de reconciliación, qué mejor que unas zapatillas nuevas con guantes y gorro a juego. Este año se lleva el amarillo limón -mi color favorito-. Lo leí en no sé qué revista de moda (tampoco me hagan mucho caso).

Por lo demás, como desentonaría mi entrañable Julio Iglesias en versión Tío Gilito: La vida sigue igual.

Espero que hayan empezado el año bien y que todos los propósitos de año nuevo se estén empezando a materializar. Ya saben que la materialización de los mismos depende única y exclusivamente de una buena ejecución. Y en esto último, ustedes mandan. El resto de teorías colindantes se denominan excusas. Así que, ¡alehop!, a ponerse las pilas y ¡a por ellos!

Mi primer objetivo de hoy: un chocolate con churros. Ya me ven a las 7:30am en la panadería del pueblo. No entiendo para qué abren tan pronto, ni qué hago yo ahí enfrente del mostrador con mis tímidos ojos verde-marrones intentando abrirse un hueco de luz.

- ¡Ah sí! me ponga una docena de churros, digo un par de croissants. 

¡Mierda de adaptación! El Paladín a la taza me ha sabido a Gloria... "Gloria, faltas en el aire, Gloria, faltas en el cielo..."

Con la gula del Este saciada, ahora toca limpiar la conciencia, así que les dejo. Salgo disparado con mis zapatillas limón a quemar calorías.

Les mando un besazo.


Seguro que les ha quedado marca de chocolate en la cara, bueno o en los morros. Vaya usted a saber cómo lo han recibido mis queridos lectores surrealistas...


.


1 comentario:

Expláyese con libertad y deje aquí su comentario: