* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

martes, 30 de diciembre de 2014

Navidad: Let it go

Y continuó...

Sí, el día después me quedé "frozen", por muchas razones, pero sobre todo por el villancico que nos aprendimos con mis queridos potrillos salvajes.

Ocho de la mañana. No tengo nada mejor que hacer estando de vacaciones que llevar a mis sobrinas -los mencionados potrillos salvajes- al colegio. Recién levantados. Mis ojos verdes -o marrones- no se quieren abrir. Un potrillo se reboza en el sofá con cara de "quiero dormir más". El otro me pide por favor que le haga una coleta de caballo pero sin tirones. Mientras nos preparamos para salir de casa, entonamos nuestras gargantas al ritmo de nuestro villancico particular:

Let it go, let it go...

Mi "sister", de los nervios, hace los acompañamientos musicales un poco a estilo rap:

- ¡Que te vistas ya! ¡Las raquetas! ¡Que llegamos tarde!

Faltan quince minutos para las nueve de la mañana y nos encontramos todos en el parking del cole: las mamás y este españolito. Observo que los potrillos salvajes desarrollan cierto sentido del ridículo al estar rodeados de animales de su misma manada, con lo cual, y muy a mi pesar, una vez integrados en su hábitat escolar natural decido cesar el karaoke. Eso sí, al darles el beso de despedida en plan abuela, y sin perder de vista con quién se juntan, les susurro al oído:

Let it go, let it go.

Ese mismo día me tomé un aperitivo con una de las mamás. Es lo que tiene llevar a tus sobrinas al colegio... Y oigan, que entre ensaladilla rusa y cervezas con limón, se desarrolló una conversación de lo más interesante, llena de sensatez y sentido común.

La semana siguió su tradicional curso navideño. Exceso de todo; de todo, todo. La familia de mi cuñado, "si-si-sister in law" incluida (concuñada), se fue incorporando progresivamente al tsunami navideño, lo que produjo una muy esperada re-activación del mismo.

Esos langostinos sumergidos en mayonesa. Esas gambas a la plancha que producen una succión de dedos como si no hubiera nadie sentado a tu lado. Ese exquisito ternasco de Aragón que se hace hueco a la fuerza en el estómago. Ese vino que es mejor que el tuyo. No, el mío es mejor. En Navidad, todos los vinos son exquisitos. Y de postre: Miguelitos típicos de Ciudad Real (tiernos hojaldres rellenos de crema).

De repente, me doy cuenta que llevo toda la semana sin comer ¡frutas y hortalizas! Me toco la tripa. Intento palpar seis protuberancias. Nada. Pero ¿alguna vez las he tenido? Paso de mi debate interno y vuelvo a la realidad. La conversación política monopoliza la mesa. Me concentro en los langostinos... ¡Ah, no!, que ya estamos en los postres. Pues sí que se ha pasado rápido la cena.

Para rebajar todo, no hay nada más digestivo que un buen Gintonic. Con uno haces la digestión. Con el segundo empiezas a confundir un poco al estómago. Con el tercero ya te crees que cantas bien...

Y entre Gintonic y Gintonic apareció Papá Noel. ¡Qué fort! Los potrillos flipándolo. Creo que será el último año de "flipaje" en directo, pero bueno, la emoción fue latente.

Y para rebajar los excesos alimenticios y etílicos de la semana, nada mejor que una o varias sesiones de bici-correr, actividad ésta desarrolladora de la capacidad pulmonar por el palique que conlleva, y con emoción incluida al observar que mi perro favorito del canal imperial de Aragón (Guau Guau) sigue igual de lustroso que siempre. Me miró con cara de: -¿y tú quién eres? 

El oxígeno del parque grande de Zaragoza y ver a la gente corriendo y paseando con el sol brillando a su paso me devolvió media vida.


Guau Guau
He ahí mi querido "brother", socio co-fundador de la actividad bici-correr.

A punto de terminar la semana navideña, quedaba el plato fuerte para el final.

Dicen que por el amor de una mujer se puede hacer cualquier cosa, ¿no?

Continuará.


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