* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

sábado, 13 de septiembre de 2014

I love Frankfurt

Que Frankfurt es una de mis ciudades favoritas es algo que todos ustedes, mis queridos y avispados lectores surrealistas, saben ya desde los tiempos de María Almendra; o por lo menos desde que nació el blog. Sueño con el día en el que pueda vivir en un piso nuevo, moderno y acristalado con vistas al skyline y al río Main (la autopista fluvial de Frankfurt). Y como uno cree firmemente en la teoría de la visualización, les adelanto que algún día este sueño se hará realidad. ¿Cuándo? Pues no lo sé, que Lola, aunque infalible, es algo imprecisa en el tiempo.

Ahí estamos visualizando...

Ya les he contado en algún que otro post, que todas las primaveras -lo de primavera, climatológicamente hablando, es un mero tecnicismo-  me apunto a la media maratón de Frankfurt patrocinada por mi aerolínea favorita. Es como una tradición muy particular intentar terminar la media maratón en menos de 1h 25min. Y cada año, claro está, me frustro un poco más.

Pero vamos, que esta semana no les quería hablar de mis aficiones y frustraciones deportivas, sino de algo totalmente distinto. Y es que el fin de semana pasado se celebró a orillas del Main la "Museumsuferfest".

Este laberíntico término teutón viene a significar algo así como la fiesta de los museos. En esencia de romero la "Museumsuferfest" es un fin de semana en el que todos los museos quedan abiertos al módico precio de un bono bus, excusa perfecta ésta para atraer a casi tres millones de visitantes. Y este españolito fue uno de ellos.

Aprovechando la coyuntura y la millonada de visitantes, cientos de chiringuitos se despliegan a ambas orillas del río y exponen los productos artesanales más característicos de sus respectivos países de procedencia. Y les puedo asegurar que, una vez más, en la variedad está la gracia: España, Portugal, Finlandia, Argentina, Thailandia, China, Korea, Marruecos etc...

¿Sabían que un 30% de la población de Frankfurt -quinta ciudad más grande de Alemania con casi setecientos mil habitantes- es de origen inmigrante? Pues si no lo sabían, ya lo saben. Yo realmente lo aprendí el fin de semana pasado. A saber quién me lo dijo. Pero oigan, si es cierto, sinceramente me encantó. Me encantó ver las caras de felicidad de todas esas familias que se han abierto un camino vendiendo la autenticidad de sus países.

Lo que está claro es que la multiculturalidad que se respira en sus calles, junto con la modernidad de sus rascacielos metropolitanos le dan ese atractivo que tanto echo de menos viviendo en mi 1/3 de villa en un pueblo perdido de Alemania... del Este.

Y ya que estábamos ahí, nos empapamos -y nos empapamos de verdad- con la lluvia y con las delicias culinarias presentes. Empezamos la mañana gimiendo al calor y sabor de un buen chocolate con churros. Se paró el tiempo. Llegamos al mediodía saboreando el omega 3 de unas espectaculares sardinas a la plancha de Portugal, acompañadas, cómo no, de su tradicional viño verde. Nos chupamos los dedos en señal de limpieza. Y terminamos el día anterior -aquí no hay orden ni concierto- cenando unas gambas maridadas con vino de Rueda, combinación ésta que nos hizo entrar en un estado de "¡qué tiempo más bueno hace!" cuando realmente ya estaba lloviznando. De postre, Korvapuusti de Finlandia, en honor a tanta buena gente procedente de esa tierra.

Seguro que se les ha ido la vista a los calcetines blancos...
Brindamos con una AMBAR. El poder de la imaginación.

Pero, ¿saben qué? Sobre todo disfruté del hecho de poder estar sentado a orillas del río Main y observar la imponente postal de rascacielos (igualito que en mi pueblo) mientras intentaba llegar a un acuerdo con Lola.

Ya ven, la vista la teníamos saciada. El gusto también. Pero el oído, digamos que empezó a chirriar un poco... Y es que a nuestras espaldas, se formó una especie de karaoke en un escenario plastificado y los desafines fueron de órdago. ¡Qué manera de destrozar las canciones! Una detrás de otra. Y claro, inevitablemente empezó a llover. ¡Peligro! En Alemania cuando llueve no para en dos meses, e incluso, si me apuras, es capaz de fulminar toda una estación climatológica entera. Así que, ahí estábamos todos debajo del paraguas, respirando polvo blanco de discoteca y con unas locas selfie-gritando a su móvil. Yo me dije:

- Museos, lo que se dice museos, no hemos visto muchos, más bien ninguno... pero ¡y qué más da!, ¡todos a gritar...!-

En fin, que he decidido que me voy a poner en el coche una pegatina de:

I love Frankfurt.




1 comentario:

  1. El contrapunto del Oeste4 de marzo de 2015, 15:01

    I thought you'd like watching it!

    http://youtu.be/ygBEbiKgRyc

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