* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

domingo, 21 de julio de 2013

Teufelcillo's birthday

Créanme, necesito urgentemente unas vacaciones. La hiperactividad social de este último mes de Julio -anda que no ha dado de sí el parto de la abuela- junto con los últimos acontecimientos laborales, me han dejado sumido en un estado total de "cerrado por vacaciones". Y aunque agotado, que conste en acta, o por lo menos en este surrelista blog, que lo seguimos pasando pipa.

Ante semejante atasco de acontecimientos, esta semana el jurado no lo ha tenido fácil en la elección del tema que pase a la posteridad del blog. Al final, como la cabra siempre tira pa'l monte, y el Teufelcillo es uno de los personajes favoritos del blog, he decidido unánimemente recuperar la celebración de copetín que tuvo lugar el fin de semana pasado en su honor. La fiesta tuvo denominación de origen propia: Cava en el jacuzzi.

Pues sí, mis queridos lectores surreliastas, nos pegamos toda la tarde-noche sumergidos hasta el cuello en un super jacuzzi, bebiendo burbujitas independentistas catalanas, e incluso alguna que otra vez, accidentalmente, mezclándolas con las propias del jacuzzi. Pero vayamos por partes:

Mi llegada a la fiesta digamos que fue muy previsible. Ya saben, invadido como estoy últimamente por fuerzas externas de saturación mentales y físicas, aterrizaba en casa del Teufelcillo y de Pedro, sinceramente, con pocas o nulas ganas de fiesta, y pensando para mi selbst:

- Venga, ahora a ser majo y a hablar con todo el mundo-.

Tras un primer saludo general ondeando la mano al viento, empecé a repartir a los presentes los típicos cromos de:

- Hola, yo soy Fulanito ... ¿y tu?, Menganito. Ah! fenomenal, encantado de conocerte...-.

Terminada la ronda de saludos iniciales, pocos nombres decidieron quedarse en el disco duro de mi memoria y pensé una vez más para mi selbst.

-¡Vaya fracaso de ronda!, pero bueno, da igual, a improvisar....- 

Me encantan esos momentos de riesgo máximo, en los que uno decide deslizar por su boca un nombre a toda velocidad, a ver si hay suerte, y no la hay. En fin...

Al poco rato -nada, veinte minutos- copa de cava en la mano y Teufelcillo y Pedro alrededor, ya había sufrido una selbst-transformación y estaba totalmente integrado en el ambiente lúdico-festivo que la ocasión merecía. Vivan las transformaciones multipolares de personalidad.

De repente, iba a tener lugar uno de los momentos cumbres de la velada. De la nada, apareció un precioso Opel ADAM -oigan, que me encantó el cochecito- y se produjo una auténtica explosión de júbilo por parte del Teufelcillo y de su hermana, el Angelillo, que hizo que el resto de invitados entráramos en un estado de alegría solidaria contagiosa. Pasado el efecto efervescente, todos de vuelta al jacuzzi.


Un caramelo con motor

Tras horas de confraternización entre burbujas, alguien tenía que hacer la paella con 'conecho' y, claro, por lugar de procedencia, le tocó al españolito que les escribe.

¡Qué estrés por Dioniso! Veinte personas esperando ser alimentados con la típica paella española hecha por un españolito de verdad y, oigan, que casi se nos quema... Uno pensaba que era capaz de cocinar paellas con el piloto automático, pero esta vez la cosa se complicó, y es que cocinar para veinte personas en una paellera de tamaño inferior, resultó ser todo un desafío.

Ya me ven sacando el pollo y el 'conecho' de la paellera, una vez frito, para hacerle hueco al arroz (¡3kg!) y luego como buenamente se pudo, mezclándolo todo bien, para que pareciera una paella de verdad. Los langostinos todos arriba ordenaditos, que es lo que más luce, arquitectura limonera y ¡olé!


El monumento cítrico central no sé muy bien qué representa... La libertad

Al final, para alivio de uno selbst, la paella salió rica y todo el mundo quedó satisfecho. Ya saben de mi secreto de abrir un buen vino blanco antes de empezar a cocinar. En esta ocasión la norma se cumplió a rajatabla, incluso diría yo que en exceso porque, de verdad, mi amable ayudante de cocina y yo casi la líamos parda...

Este vino francés me encantó

La cena la acompañamos con un vino tinto francés espectacular y después... ¿dónde acabamos todos?. Pues sí, en el jacuzzi, claro. Ahí estábamos todos, chicken y shrimps, de nuevo a remojo. Una noche de auténtica diversión.

Entrada la madrugada, uno cogió sus bártulos y se dirigió al hotel a la vuelta de la esquina. Fueron los típicos 500 metros que te dan para andar en línea más o menos recta y reflexionar sobre toda tu vida. Son ya casi dos años viviendo en este pueblecillo de Alemania... del Este y, aunque soy de los que piensa que las cosas hay que disfrutarlas al máximo, tal cual llegan, y sin detenerse a pensarlas demasiado, reconozco que la digestión de mi acelerada y surrealista vida, a veces no resulta fácil del todo.

En cualquier caso, 500 metros tampoco dieron para mucho y llegué al hotel tan agotado que caí sumido fulminantemente en un profundo y regenerador sueño. Al día siguiente, sólo me acordaba de las risas compartidas con los dueños de los nombres que al final de la noche, sí, quedaron grabados en el disco duro de mi memoria. ¡Todo un logro!

Teufelcillo, que cumplas muchos años más, rodeada de los tuyos y con la misma alegría y juventud de siempre... ah! y yo que los vea, aquí o dónde sea.

Y a ustedes, mis queridos lectores surrealistas, aunque estoy con el depósito en la reserva, y para colmo de males, sin crema facial extra C vitaminada, les intentaré resumir lo acontecido en los últimos diez días -porque no tiene desperdicio- antes de colgar el viernes que viene, esta vez sí, el cartel de cerrado por vacaciones.

Como adelanto, les dejo la banda sonora.

¡Que alguien me ate a la silla!


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